• A pesar de contar con 2.500 horas de sol al año, España tiene una alta prevalencia de hipovitaminosis D. Y esta alta prevalencia es tan generalizada a nivel mundial1  que muchos autores hablan ya de “la otra pandemia del siglo XXI”.
  • El déficit de vitamina D se ha relacionado con multitud de enfermedades, tanto óseas como extraóseas, como trastornos neuropsiquiátricos, enfermedades alérgicas, cutáneas, cardiovasculares, autoinmunes y cáncer, entre otras2
  • La Sociedad Española de Investigación Ósea y del Metabolismo Mineral (SEIOMM) recomienda mantener concentraciones séricas de 25(OH)D entre 25 y 50 ng/ml en población general, y entre 30 y 50 ng/ml en pacientes con osteoporosis o riesgo de fractura3.

Las funciones principales de la vitamina D incluyen la estimulación de la absorción de calcio, el mantenimiento de la homeostasis mineral y ósea, el incremento de la reabsorción de calcio a nivel renal y la reducción de la secreción de la hormona paratiroidea (PTH). Sin embargo, posee muchas otras funciones: “Por ejemplo, se ha visto que es importante a nivel muscular, que regula el sistema cardiovascular y la presión arterial, que disminuye la proliferación de células neoplásicas, que aumenta la reabsorción de insulina y que regula el sistema inmune3, tal y como ha explicado el Dr. Enrique Casado, especialista del Servicio de Reumatología del Hospital Universitario Parc Taulí de Sabadell (Barcelona), en el marco de la tercera edición de Calcifediol Place, un encuentro organizado por Faes Farma. En esta cita, con médicos de más de seis especialidades diferentes, se ha abordado, desde una perspectiva multidisciplinar, el impacto de la vitamina D en la salud general.

La vitamina D es en realidad un sistema endocrino, el sistema endocrino de la vitamina D (SEVD), que ejerce acciones endocrinas, autocrinas y paracrinas4. La vitamina D, presente de forma natural en el organismo, tiene un doble origen: la síntesis cutánea, que requiere la exposición a los rayos UVB solares (constituyendo entre el 80 y 90%); y la dieta (10-20%). Aunque España es uno de los países con más sol de Europa, con 300 días y unas 2.500 horas anuales de exposición solar, la hipovitaminosis D es muy prevalente.

Así, en un estudio de La Rioja con más de 21.000 pacientes, en su mayoría mujeres con una edad media de 62 años, sin toma previa de suplementos de vitamina D, se observó que entre un 60-70% de esta población tenía niveles de 25(OH)D – principal biomarcador del estatus de vitamina D del organismo- por debajo de 20 ng/ml y un 90% por debajo de 30 ng/ml5. Esta alta prevalencia no es algo intrínseco de España, sino que es algo generalizado a nivel mundial1, por lo que muchos autores hablan ya del déficit de vitamina D como “la otra pandemia del siglo XXI”.

Aunque la síntesis cutánea es la principal fuente de vitamina D en el organismo, un estudio realizado en Corea6 durante un mes de verano, en el que a un grupo de pacientes se les recomendó mantener su rutina habitual, a otro se les administró 600-800 UI/día de vitamina D, y a un tercer grupo se les indicó una exposición solar diaria de 30-60 minutos, tres días a la semana, mostró que los primeros experimentaron una disminución en los niveles de 25(OH)D; los segundos, un aumento de 0,9 ng/ml; y los que incrementaron la exposición solar, solo un aumento de 3,4 ng/ml. “Por tanto, en algunos casos de déficit, quizás la exposición solar no sea suficiente para revertir ese estado de hipovitaminosis D”, señaló el Dr. Casado.

Requerimientos de vitamina D

El déficit de vitamina D se ha vinculado con numerosas enfermedades, tanto óseas como extraóseas, incluyendo trastornos neuropsiquiátricos, enfermedades alérgicas, cutáneas, cardiovasculares, autoinmunes y cáncer, entre otras².

No obstante, pese al mayor conocimiento actual sobre el SEVD, persisten numerosas dudas acerca de los requerimientos específicos de vitamina D, los niveles óptimos, a quién se debe medir la 25(OH)D y cómo suplementar a pacientes con hipovitaminosis D. Las diferentes guías y recomendaciones de las sociedades científicas intentan dar respuesta a estas cuestiones.

Así, las recomendaciones de la Sociedad Española de Investigación Ósea y del Metabolismo Mineral (SEIOMM)3 establecen que los requerimientos de vitamina D no son iguales para todas las personas, “ya que será necesario un mayor aporte en mujeres postmenopáusicas y varones mayores de 50 años, y aún más en pacientes con osteoporosis, fracturados o ancianos institucionalizados”, ha comentado el Dr. Casado.

En relación con los niveles óptimos de 25(OH)D, esta sociedad recomienda mantener concentraciones séricas entre 25 y 50 ng/ml en la población general, y entre 30 y 50 ng/ml en pacientes con osteoporosis o riesgo de fractura. El cribado de déficit de vitamina D se reserva especialmente para personas con factores de riesgo de hipovitaminosis D y para quienes presentan debilidad muscular o riesgo de caídas³.

En el caso de la última actualización de las recomendaciones de la Endocrine Society7,  el Dr. Casado ha reconocido que “el objetivo de esta guía es establecer unas recomendaciones sobre el uso de vitamina D en pacientes sin indicaciones establecidas en determinación de niveles de 25(OH)D. Es decir, para población sin riesgo, población general”.

La Endocrine Society recomienda una suplementación empírica de vitamina D en:

  1. Niños y adolescentes de 1 a 18 años para prevenir el raquitismo nutricional y disminuir el riesgo de infecciones del tracto respiratorio.
  2. En mujeres gestantes, por su potencial para disminuir el riesgo de preeclampsia, mortalidad intrauterina, nacimiento prematuro, bajo peso para edad gestacional y mortalidad neonatal.
  3. En población general mayor de 75 años, por su potencial para disminuir el riesgo de mortalidad.
  4. En adultos con pre-diabetes de alto riesgo, para reducir el riesgo de progresión a diabetes.

“En cuanto a la determinación de niveles de 25(OH)D, la Endocrine Society no lo recomienda de forma rutinaria en población sana, al igual que ya hacía la SEIOMM”, ha incidido el experto.

Con la vista hacia el futuro, durante el encuentro organizado por Faes Farma, el Dr. Casado también ha hecho un repaso a las investigaciones en marcha, resaltando su relevancia: “Actualmente hay en marcha casi 3.000 estudios de intervención con vitamina D en diferentes poblaciones, incluyendo diabetes, cirugía bariátrica, enfermedad de Crohn, artritis reumatoide, VIH, osteoporosis, obesidad, EPOC, cáncer de mama y urticaria crónica, entre otras. Por eso, esperamos que los nuevos estudios y las nuevas guías puedan dar respuesta a las dudas que aún tenemos”, ha ultimado.

Opciones de tratamiento para el déficit de vitamina D

Al analizar las diferencias entre los fármacos disponibles actualmente para tratar el déficit de vitamina D, el Dr. Casado, apoyándose nuevamente en las guías SEIOMM³, señaló que tanto el calcifediol como el colecalciferol son formas eficaces y seguras para la prevención y tratamiento del déficit de vitamina D en todas las poblaciones.

Sin embargo, a diferencia del colecalciferol, “el calcifediol tiene una vida media más corta, es más hidrofílico, es decir, tiende a una menor acumulación en el tejido adiposo, es de tres a seis veces más potente, tiene una mayor absorción intestinal y tiene una mayor rapidez de acción”, ha remarcado el especialista. Esto hace que, además de ser óptimo para la población general, sea preferible en situaciones de hepatopatías crónicas, tratamientos con fármacos que compiten con la síntesis de 25(OH)D, casos de deficiencia severa con necesidad de reposición rápida de niveles, obesidad, malabsorción y tras cirugía bariátrica.

En cualquier caso, “se recomienda una suplementación indefinida a la población con riesgo de déficit de vitamina D (25(OH)D <25 ng/ml) y monitorizar niveles cada tres o cuatro meses tras inicio del tratamiento y hasta alcanzar concentraciones óptimas, tras lo cual se recomienda espaciar las mediciones cada seis o doce meses”, ha puntualizado el Dr. Casado.

BIBLIOGRAFÍA

  1. Palacios et al., J Steroid Biochem Mol Biol. 2014; 144 Pt A: 138-45
  2. Charoenngam et al., 2020; 12(7): 2097
  3. Casado E, et al. Rev Osteoporos Metab Miner 2021; 13(2): 84-97
  4. Wimalawansa SJ. Nutrients 2022; 14(14): 2997
  5. Díaz-López A, et al., Nutr Hosp 2021, 38(5): 1058-1067
  6. Lee YM. Et al., J Korean Med Sci. 2020; 35(8): e50
  7. Demay MB, et al. J Clin Endocrinol Metab. 2024; 109(8): 1907-1947

MDIG-1-000188-2025